12 de junio de 2020: crónica del día en que el cine murió
Un viernes de estrenos. Un director criticado. Una entrega de premios pospuesta. El 12 de junio cambió nuestro (pequeño) mundo. Además, Quibi y HBO Max la siguen pifiando.
Por ahí no te diste cuenta, pero la semana pasada se murió la industria del cine.
No las películas, que siguen más vivas (y más vistas) que nunca, sino la industria de la exhibición cinematográfica como negocio global. Las salas, los complejos, la butaca y el pochoclo.
Ese lugar físico que llamamos “cine” ya no es comercialmente relevante. Una decadencia que empezó hace décadas, pero que la pandemia aceleró hasta su final inevitable.
Dentro de diez o veinte años, cuando leas sobre el 2020 de cuarentena y su impacto en la industria, seguramente la cronología se comprima a tres o cuatro eventos clave. El estreno de Trolls 2 en VOD, la carta furiosa de la cadena de cines AMC al estudio Universal, la cancelación por parte de Disney del estreno comercial del musical Hamilton.
Pero los verdaderos cambios no están en los grandes titulares, sino en la alteración gradual del discurso alrededor del tema de los cines.
En la semana que empezó el viernes 12 de junio se pudo percibir un cambio de tono en la prensa especializada y en particular en el microcosmos social de Twitter e Instagram.
La sensación de los últimos meses es que el espectador estaba haciendo tiempo. Esperando que el cine se reactive, que la normalidad vuelva y con ella la forma tradicional de hablar de las películas que nos gustan.
Pero eso no va a pasar, y, con cierto pesar pero con realismo, el viernes 12 de junio soltamos colectivamente la mano del cine.
Y para el lunes siguiente, la cultura era otra.
El retorno de los jueves (o viernes)
El entusiasta del cine es un ser de rutinas disfrazadas de rituales, y la más sagrada de todas es la del día de los estrenos.
El jueves en Argentina, o el viernes en Estados Unidos, el cinéfilo mira los tráilers, revisa los horarios y las salas, lee a sus críticos favoritos, elige, y marcha hacia lo que siempre, potencialmente, puede ser una nueva película favorita.
En los últimos meses, el día de estrenos se canceló, pero las películas relevantes siguieron llegando. Algún tanque de streaming como Misión de Rescate en Netflix, o el inesperado suceso indie de Amazon The Vast of Night. Lanzamientos directo a video como Shirley y Capone. Películas infantiles de alto presupuesto que se saltearon las salas como Trolls 2 o Scooby.
Cine había, lo que no había era rutina.
Pero el viernes 12 de junio fue un día de estrenos a la antigua. Tres películas de alto perfil, de directores conocidos, con presupuestos de varios millones de dólares y una campaña publicitaria que las hizo imposibles de ignorar.
5 Sangres (Da 5 Bloods) es lo nuevo de Spike Lee, una fantasía de acción ambientada en Vietnam salpicada de los esperados apuntes provocativos del director sobre la experiencia afroamericana. Un estreno exclusivo, mundial, de Netflix, programado meses antes de la pandemia.
Artemis Fowl es la adaptación de un popular libro para adolescentes al estilo de Harry Potter, dirigida por Kenneth Branagh, que hace rato abandonó Shakespeare por espectáculos de alto presupuesto como Thor, Cenicienta y Crimen en el Expreso de Oriente. La película, terminada hace años, fue el gran estreno exclusivo de junio en Disney+.
The King of Staten Island es la nueva colaboración de Judd Apatow con una voz única en la comedia moderna. En esta ocasión el director busca repetir lo que logró con Seth Rogen (Knocked Up) y Amy Schumer (Trainwreck) con el ecléctico Pete Davidson (de Saturday Night Live) en una historia casi autobiográfica.
La película, de Universal, tenía estreno programado en los cines pero pasó al sistema de VOD (video a la carta). Desde el viernes The King of Staten Island está disponible para alquilar por 48 horas a precio premium: 20 dólares, un valor elegido por el estudio porque representa el costo de dos entradas de cine a precio promedio.
La cobertura mediática de estos estrenos fue exhaustiva, idéntica a la que hubiesen tenido de haber sido estrenadas en las salas. Tráílers en YouTube, promociones en Instagram, apariciones en late nights (por Zoom), y perfiles extensos en publicaciones especializadas.
El éxito comercial es un poco más difícil de medir, ya que no existen reportes oficiales de ventas o taquilla, solamente los rankings de cada uno de los servicios que ofrecen streaming o video a la carta. Y de acuerdo a estas mediciones, los estrenos de Netflix y Universal fueron un éxito.
The King of Staten Island está primera en FandangoNOW, Spectrum y Amazon, no solamente en recaudación (lo que sería lógico a ese valor) sino también en cantidad de transacciones. Es una buena señal para los estudios, ya que es el primer estreno cancelado apuntado a un público adulto en liderar esos rankings durante la pandemia. De paso, costó mucho menos que los éxitos anteriores en este formato, las animadas Scooby! y Trolls 2.
En el top 10 interno de Netflix, 5 Sangres lideró durante todo el fin de semana en Estados Unidos, superando a cualquier otro contenido del servicio. Pero también resultó sorprendente ver a la película en puestos altos en el ranking en países de Latinoamérica, en donde el cine protagonizado por afroamericanos no suele mover la taquilla (o al menos esa es la razón que dan las distribuidoras por la que sólo las películas más comerciales del director suelen estrenarse en cines en nuestra región.)
Es importante remarcar el factor de un estreno global, que permite que la conversación en redes sociales se dé en simultáneo, en vez de tener que esperar dos o tres meses para hablar de lo mismo que están hablando los cinéfilos de otros países.
Y esta conversación no solo incluye al estreno de Netflix. Los medios locales de Latinoamérica, tanto profesionales como entusiastas, cubrieron los estrenos de Artemis Fowl y King of Staten Island sabiendo que una gran parte del público decidirá verlas de forma pirata - al menos hasta que los grandes estudios se animen a lanzar globalmente en VOD, ahora que está claro que hay un público dispuesto a pagar por ver un estreno exclusivo.
Este es el argumento de Universal que se sigue confirmando y que enfureció a AMC, (la cadena de salas de cine más grande de Estados Unidos): el plan de seguir con estrenos simultáneos en salas y VOD cuando termine la cuarentena.
Nadie niega que ver una película en una sala sea la mejor forma de experimentarla, pero la razón real por la que el público (que suele elegir la comodidad por sobre la experiencia) sigue yendo a los cines es simple: no hay una alternativa. La exhibición cinematográfica depende de una exclusividad artificial.
Es el “solo en cines” que hasta ahora había sido la forma de maximizar ingresos por parte de los estudios, pero que no da los mejores resultados con películas de presupuesto y expectativas comerciales medias como las estrenadas el 12 de junio.
Spike Lee tuvo el que quizás sea su estreno mundial más visto. Judd Apatow logró un nuevo éxito comercial con una película aclamada por la crítica. Disney se quitó de encima un estreno problemático, que puede no haber convocado mucho público, pero al menos abultó el delgado catálogo de estrenos originales de su servicio de streaming.
El 12 de junio fue un día triunfal para Universal, Netflix y Disney. Si Trolls 2 y Scooby! confirmaron que el negocio del cine podía sostenerse sin las salas, los estrenos del viernes son la prueba de que también hay un lugar para los proyectos de escala media que viven entre el arte y el entretenimiento y solían ser las apuestas más riesgosas de los estudios.
El director iconoclasta y el estudio temeroso
No todos en Hollywood ven con buenos ojos el ascenso del VOD y la forma en la que los estudios están soltando las manos de la industria de la exhibición.
Christopher Nolan (director de Batman Inicia y Dunkerque) publicó una carta en el Washington Post a principios de la cuarentena en la que rogaba al público que no se olvide de los cines, y que vuelva a las salas ni bien se levanten las medidas de aislamiento. La carta repercutió en la prensa mundial, y fue aplaudida como la visión de un autor premiado y comercialmente exitoso que todavía cree en la magia del cine.
Tres meses después, la mirada de la prensa sobre Nolan parece ser otra.
El viernes pasado, Warner anunció una nueva serie de movimientos de sus estrenos de cine más importantes. Wonder Woman 1984 (14 de agosto) pasa al 2 de octubre. BIOS, la película de Tom Hanks que se estrenaba en esa fecha, va a abril de 2021. Godzilla vs. Kong pasa de noviembre a mayo del año que viene, y la versión renovada de Tom & Jerry programada para diciembre, se mueve a marzo de 2021.
Tenet, la esperada nueva película de Nolan, se movió solo 15 días. Del 17 al 31 de julio.
¿Por qué, si el estudio considera que agosto es un mes todavía incierto para su tanque de superhéroes, estrenaría este carísimo proyecto en julio?
Según un informe del New York Times publicado ese mismo viernes, el director exigió que la película mantenga su estreno en el mes de julio, contra los deseos de posponer la fecha de los ejecutivos de Warner.
La decisión de Nolan no es más que la continuación lógica de su carta de amor a las salas de cine. El director cree en que el público está ansioso por volver, y solo necesita un estreno que lo justifique. Tiene tanta fe en ese deseo, que está dispuesto a arriesgar la recaudación de su última película.
Pero Warner no está tan segura. Tenet siempre iba a funcionar como una especie de termómetro, pero las proyecciones indican que el espectro del virus todavía está presente en los planes del público global. Quizás por eso es que Judd Apatow pidió a Universal que no distribuya copias de The King of Staten Island en los cines que ya están abiertos, en un país en el que los casos siguen en ascenso.
La reacción de la prensa especializada (aún en los sitios cinéfilos) fue de rechazo a la posición de Nolan, un director que aún antes de este mini-escándalo se solía caracterizar como un kubrickiano dictador, frío y distante. El compromiso de Nolan con la vuelta a los cines, argumenta Screenrant, parece “pura terquedad.”
En los países en los que las salas de cine han vuelto a abrir (en Asia y Europa) no se ha convocado al público que se esperaba, y los exhibidores tienen dificultades hasta para llenar la capacidad total habilitada (que suele estar entre el 25 o 30 por ciento de cada sala.) Los únicos que parecen beneficiados por la pandemia son los dueños de los pocos autocines que siguen funcionando en Estados Unidos.
Nada de esto importa mucho a Christopher Nolan, ya que la decisión de este supuestamente gélido realizador está motivada por emociones y no por números, pero lo que resulta sorprendente es la reacción de la prensa “fan”, que en otro momento se hubiese puesto del lado de un director por sobre el del estudio.
Quizás en una pandemia no hay mucho lugar para las quijotadas.
Un año de 14 meses
El mismo viernes, después de la buena repercusión de estos tres estrenos y el anuncio de los movimientos de Warner, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas programó una reunión de urgencia para el lunes siguiente. Tema a tratar: un cambio de fecha en la entrega de los premios Oscar.
La Academia es una institución aún más tradicionalista que el mismo Nolan, y que a regañadientes había aceptado que películas programadas para estrenos en cine pero que pasaron a VOD y streaming (como 5 Sangres y The King of Staten Island) puedan competir por los Oscars en la entrega programada para el 28 de febrero de 2021.
Pero el lunes se tomó la decisión de posponer la ceremonia dos meses: ahora los premios se entregarán el 25 de abril del año que viene, y se reconocerán películas estrenadas entre el 1 de enero de 2020 y el 28 de febrero de 2021.
Los dos meses extra resultan, sin duda, confusos para el público y para la prensa, pero para los grandes estudios es una excelente noticia.
A mediados de julio la producción de cine se vuelve a activar (con Mundo Jurásico 3) y las películas que dejaron escenas colgadas (El Último Duelo, de Ridley Scott) o necesitaban un toque de posproducción (Dune, de Denis Villeneuve) tendrán un tiempito adicional antes de su estreno y podrán cambiar sus fechas sin perderse las potenciales estatuillas.
Para los cines, en cambio, es otra mala noticia. Noviembre, diciembre y enero suelen ser muy redituables para las salas, ya que las películas de lo que se llama la “temporada de premios” (que va desde el anuncio de las nominaciones del Globo de Oro hasta la entrega de los Oscar) son una excusa para convocar a un público masivo a ver un cine un poquito más exigente que los tanques de superhéroes.
El año pasado, por ejemplo, Mujercitas, 1917 y Ford v. Ferrari superaron los 100 millones de dólares en entradas vendidas, solo en Estados Unidos. Y esta autorización tácita de la Academia para mover estrenos podría significar que se pierdan éxitos garantizados como West Side Story de Steven Spielberg (18 de diciembre) y la adaptación literaria News of the World con Tom Hanks (25 del mismo mes.)
Y sin embargo, la decisión de los Oscars tiene mucho que ver con la mentalidad de los cines. Simular que esta pandemia es una cosa de tres o cuatro meses, y que el público está tan preparado para volver a la normalidad como los ejecutivos y profesionales que toman estas decisiones.
Los malos resultados de los cines que están volviendo a abrir a lo largo del mundo comunican una señal clara del impacto del virus, no solo en los hábitos y en la economía, sino en la psicología del público.
Por eso la veterana columnista Anne Thompson de Indiewire sugirió que los Oscars vayan por el lado de los Emmys que se entregaron semanas después del 11 de septiembre de 2001 y ofrezcan una entrega despojada, simple, orientada a la filantropía. Más cerca de un show como Together at Home que de una celebración de una industria profundamente impactada por la pandemia.
Una solitaria pantalla grande
Después de los estrenos del 12 y los cambios de fecha de Warner y los Oscar, fue el turno de los cines de mover sus fichas.
AMC, Regal y Cinemark (los tres complejos que más salas tienen a lo largo del mundo) han decidido que el día de la reapertura sea el 10 de julio, con tiempo suficiente para prepararse para el que (hasta ahora) será el primer gran estreno: Mulan de Disney.
Las medidas de seguridad de las salas, al menos en Estados Unidos, dependerán de cada estado. La cadena Regal (dueña de Cineworld en ese país y Cinema City en Argentina) declaró que sus empleados solamente usarán tapabocas cuando sea un requerimiento legal, y lo mismo se aplica a la capacidad de las salas. En regiones que permitan ocupación completa, se venderán todas las entradas que se puedan.
Mientras los especialistas advierten de la posibilidad de una segunda fase del virus, el optimismo de los dueños de los grandes complejos parece desconectado de la realidad.
Las ciudades más grandes de Estados Unidos (New York, Los Ángeles, Chicago) todavía no han pasado a una fase en la que se permita la reapertura de salas de cine, y aunque los complejos confían en que la decisión se tomará pronto, la expansión del virus ha resultado ser cualquier cosa menos predecible.
Pero lo que resulta revelador de estas últimas semanas ha sido el cambio de actitud de la prensa especializada y una parte de la industria con respecto a las salas de cine. Los planes de reapertura que se anunciaban con una dosis de esperanza en sitios como IndieWire y Deadline hoy se reciben con frialdad.
El debate sobre la cuarentena y las medidas de distanciamiento social que se da en nuestra región se repite en todo el mundo, y la insistencia con volver a la normalidad cobra un tinte preocupante: la sensación de que a estos complejos no les importa tanto la salud de sus clientes y empleados tanto como la supervivencia de su negocio.
Es comprensible que la prensa quiera distanciarse lo más posible de este discurso ya que estas decisiones abruptas, unilaterales, y justamente criticadas demuestran que no hay estrategia por parte de las grandes cadenas, sino desesperación.
La semana que empezó el 12 de junio demostró que se puede volver a hablar masivamente de cine sin estrenos en las salas. Demostró que la idea romántica de la reapertura de los cines también puede ser vista como una insensatez. Demostró que la Academia percibe la producción cinematográfica como una industria separada de la exhibición.
Por eso creo que es una fecha que vale la pena marcar en el calendario. Las ventanas de distribución se están cerrando. Los estudios apuestan todo por sus servicios de streaming. Las salas quedan en el camino.
Siempre vamos a tener cine. Filmotecas, festivales, IMAX y eventos marvelitas. Pero el negocio de la cadena de cine actual, como el lugar donde un espectador tiene que ver sí o sí los últimos estrenos, murió una muerte silenciosa el 12 de junio de 2020.
Los complejos de cine no son los únicos que la pasan mal durante la pandemia. Un informe devastador del Wall Street Journal revela pulseadas internas en el servicio de streaming Quibi entre sus co-CEOs Meg Whitman (que viene del mundo de la tecnología) y Jeffrey Katzenberg (veterano del cine y la televisión.)
El ego de Katzenberg, evidenciado en un reciente perfil del New York Times, parece ser un problema consistente, y el Journal revela que los números de Quibi son preocupantes. En sus primeros dos meses de existencia el servicio solo alcanzó dos millones de suscriptores, o un 30% de la cantidad que se había puesto como objetivo.
Y este número tiene un corolario temible: la mayor parte de esos dos millones de suscriptores todavía está en su período gratuito de 90 días, que empezó el 6 de abril y terminará el 6 de julio. El calendario casi vacío de estrenos del servicio de los próximos meses no parece ofrecer muchos atractivos para convertir esa prueba en suscripción.
Mientras tanto Quibi sigue alejándose de su plan original.
En las últimas semanas el servicio habilitó la posibilidad de transmitir su contenido a Chromecast y AirPlay de Apple, y está negociando con Amazon y Roku para sumar compatibilidad con sus respectivos dispositivos.
Es un buen momento para entrar a esa prueba gratuita y ver lo que sea que te haya causado curiosidad, sea la excelente (y profundamente vulgar) comedia Dummy, la resurrección de Reno 911!, el drama Survive con Sophie Turner o el atrapante documental Blackballed. Todas están completas, todas tienen subtítulos, y gracias a sus capítulos de 10 minutos podés ver una temporada completa en lo que dura una película.
Pero, eso sí, apurate. No le queda mucho tiempo a Quibi en este mundo.
A diferencia del servicio de Katzenberg, HBO Max es demasiado grande como para fracasar. Pero eso no quiere decir que Warner no esté haciendo lo imposible para complicar el lanzamiento de su servicio de streaming.
Desde el 31 de julio, la aplicación HBO Go dejará de funcionar en Estados Unidos. Este servicio, que ofrecía (como cortesía, sin costo adicional) el catálogo de HBO a los que pagaban el pack de canales como parte de su suscripción a televisión por cable, no tendrá un reemplazo directo.
Algunos operadores de cable ofrecen HBO Max de forma gratuita a sus clientes, y Warner confirma que está en tratativas para que la transición de Go a Max sea lo más suave posible.
Según Variety, esto es casi una estrategia de presión para forzar a operadores más chicos a incluir HBO Max en su plan, un servicio que (a diferencia del HBO “básico”) tiene producciones originales que no pueden verse en cable. Y es comprensible que ningún cableoperador quiera regalarte su propia competencia.
En nuestra región HBO Go seguirá funcionando, pero es un anticipo de lo que podría pasar cuando llegue HBO Max en 2021.
El tráiler más interesante de la semana es de Apple TV+. Mientras Netflix, Amazon y HBO están ocupadas vendiendo nuevas temporadas de sus series, el servicio de la manzanita sigue probando suerte con su primera tanda de estrenos.
Little Voice es una producción de J.J. Abrams que parece más cercana a sus inicios con la serie romántica Felicity que a sus Star Wars y Star Trek. Es una comedia musical desarrollada en colaboración con la cantautora Sara Bareilles (del musical Waitress) y su protagonista es Brittany O’Grady, que fue la, eh, estrella de la serie Star durante sus tres temporadas. Estrena el 10 de julio.