Fallout, The Last of Us, The Witcher: el gaming es el nuevo cómic
¿Por qué los servicios de streaming se pelean por las grandes franquicias de videojuegos? Además, Blackface, las compras de Netflix, y el trailer de Maldita.
De Star Wars a Harry Potter, la estrategia de los estudios modernos está en la adquisición y explotación de grandes franquicias. Personajes globalmente reconocibles que, idealmente, no estén atados a los caprichos de actores o creativos. La marca por sobre todo.
Por eso sorprende que Hollywood se haya tomado tanto tiempo para perseguir las grandes marcas del mundo del gaming, un universo creativo tan prolífico como cerrado. Todo el mundo sabe quiénes son Peter Parker o Luke Skywalker, pero Kratos y Master Chief son absolutos desconocidos para los que nunca han tocado una consola.
¿Pero cuántos miembros de la audiencia 18-35 que Hollywood codicia no se identifican como “gamers”?
El éxito de The Witcher demuestra que estos personajes y franquicias parecen nacidos para adaptarse a las necesidades de la industria del streaming. Hoy hago un repaso de los anuncios de los últimos meses que demuestran que esta fiebre de las adaptaciones va más allá de las marcas más poderosas. Hay un lugarcito para el “indie.”
ADEMÁS: La polémica del “blackface”, Netflix renueva un par de series y compra una fuerte candidata a los Oscar, y el tráiler de lo nuevo de Katherine Langford.
Del “AAA” al “indie”, el gaming conquista el streaming
Esta tarde Amazon Prime Video anunció de forma sorpresiva una nueva serie basada en Fallout, la serie de videojuegos postapocalípticos de Bethesda Softworks que en sus 20 años de historia lleva recaudados más de dos mil millones de dólares. Esta premiada saga gamer se caracteriza por su humor negro, que se ríe de la estética de la propaganda norteamericana de la Guerra Fría.
Los encargados de la adaptación, sin embargo, no son exactamente famosos por su sentido del humor. Amazon confirmó que la adaptación estará a cargo de Lisa Joy y Jonathan Nolan, creadores de esa solemne distopía llamada Westworld. Junto a su productora Kilter Films trabajará en su desarrollo codo a codo con el estudio Bethesda, dueños de los derechos de la saga.
El gaming está de moda. Esta adaptación se suma a las ya anunciadas series de Resident Evil (Netflix), Final Fantasy XIV (Amazon) y Halo (Showtime), además de la segunda temporada de la exitosa The Witcher de Netflix y la serie de HBO basada en The Last of Us, cuya nueva entrega es (hasta ahora) el juego más vendido de 2020.
Si algo tienen en común estas series, es que buscan adaptar lo que en gaming se conoce como franquicias “AAA”: el equivalente en el mundo de los videojuegos a las películas “tanque” que recaudan cientos millones de dólares en todo el mundo.
Por eso no sorprende que una industria que se benefició durante más de una década de las adaptaciones de cómics de Marvel y DC hoy busque una alternativa para el día en que, inevitablemente, el público se harte de las películas de superhéroes.
En cuestión de números, el gaming hace tiempo está a la altura del cine. A los dos mil millones de Fallout se pueden sumar los cuatro de Resident Evil, los cinco de Halo, o los once de Final Fantasy, que superan, por ejemplo, a los ocho de las películas de Harry Potter.
En una entrega anterior de CortaCable propuse que la razón por la que las adaptaciones de videojuegos han mejorado es el rol más activo de los dueños de la franquicia en cada una de estas producciones. Nintendo supervisó cada aspecto de Detective Pikachu, Sega insistió con que se respete el tono y la estética de la exitosa Sonic, mientras que Sony (The Last of Us) y Ubisoft (Assassin’s Creed) directamente abrieron sus propias divisiones de cine y televisión.
Mientras los personajes icónicos y las historias encadenadas del cómic resultaron ideales para espectaculares adaptaciones cinematográficas y universos consistentes, el gaming parece el medio perfecto para conectarse con el streaming. Assassin’s Creed es un ejemplo perfecto de cómo la construcción detallada de un mundo, la compleja mitología, y las narrativas de 20, 30 o 40 horas no llegan a encajar en 120 minutos.
Es notoria la diferencia con The Witcher, que basa su historia en una serie de novelas de los ochenta del autor polaco Andrzej Sapkowski, pero toma de la trilogía de videojuegos del mismo nombre su estética, su tono y hasta la apariencia del personaje principal, a instancias de su protagonista Henry Cavill.
Todavía no se sabe nada de la serie de Fallout, pero la elección de Joy y Nolan no es casual. Su Westworld puede tomar el nombre y la premisa de la película original de 1973, pero la construcción de su universo está inspirada directamente en Red Dead Redemption, un juego de acción de mundo abierto Grand Theft Auto ambientado en el viejo Oeste que tiene mucho en común con la libertad de movimiento de los Fallout.
Esa es la diferencia de estas adaptaciones frente a los experimentos fallidos del pasado. Creativos y actores que entienden el medio, colaboración directa de los desarrolladores y la presión (a veces sana, a veces tóxica) de una comunidad que exige fidelidad al producto original.
El anuncio de la serie de Fallout es, lógicamente, la gran noticia de la semana en medios de streaming y gaming, pero durante esta semana volaron por lo bajo una serie de anuncios igual de llamativos, que indican que las adaptaciones de gaming están copiando la tendencia más interesante de las series basadas en cómics.
Si Marvel y DC equivalen a ese gaming “AAA”, los cómics de editoriales más chicas (Image, Dark Horse, Boom!) también tienen su contrapunto en la categoría conocida como “indie gaming”.
Netflix y Amazon lograron convertir cómics originales de bajas ventas como The Umbrella Academy, Locke & Key y The Boys en verdaderos fenómenos de audiencia, y pronto podrían estar haciendo lo mismo por juegos de culto que ofrecen grandes personajes y mundos coherentes.
La semana pasada Netflix presentó las primeras pruebas de animación de The Cuphead Show, adaptación del juego de plataformas Cuphead que a la vez está inspirado en los dibujos animados de los años ‘30. El productor ejecutivo es Dave Wasson, veterano de los cortos modernos de Mickey Mouse, que entiende la estética que busca el juego: apto para chicos, pensado para adultos.
Esta misma tarde el guionista Derek Kolstad (creador del universo de John Wick) anunció que está trabajando en una adaptación del juego de acción indie My Friend Pedro, una fantasía ultraviolenta sobre un asesino a sueldo que tiene un único amigo: una banana parlanchina que solo existe en su mente. La serie será una comedia negra de media hora, que todavía no tiene hogar confirmado en el streaming.
También de la productora DJ2 (los mismos de Sonic) y también sin casa confirmada viene Disco Elysium, basado en el videojuego del mismo nombre, uno de los “indies” más importantes de la última década. Disco Elysium está ambientado en un universo paralelo que recuerda a la Europa de posguerra, y cuenta la historia de un policía con amnesia que debe resolver un crimen con aristas políticas y sociales. Más lejos de Super Mario, imposible.
Y como pasa con los AAA, estos tres indie tendrán como coproductores a los desarrolladores originales, lo que debería garantizar la fidelidad que pide esa ferviente comunidad… y que los estudios hoy ven como algo necesario.
Al fin y al cabo, los fanáticos son los primeros evangelistas.
Si algo demostraron Sonic y The Witcher es que esa misma comunidad es la que garantiza que un proyecto se vuelva visible en sus primeros días de lanzamiento y no se pierda en el mar de novedades del streaming.
Solo por esa poderosa razón, sospecho que esta lista de futuras adaptaciones se triplicará en los próximos doce meses.
La gran polémica de esta semana tuvo que ver con la decisión de los servicios de streaming y productoras de televisión de retirar de sus respectivos catálogos varios episodios de series que caen en el estilo de caricatura racial llamada “blackface” y que consiste en un actor blanco usando pintura negra para imitar un afroamericano. Una práctica que tiene una historia larga y nefasta en la industria del entretenimiento.
Pero lo extraño de estas instancias de “blackface” es que las series son relativamente nuevas, y en su mayoría usan esta práctica para criticar la insensibilidad social de sus personajes. Es lo que pasa en capítulos de 30 Rock, Community y hasta la comedia ochentera The Golden Girls.
El argumento de creativos como la autora de 30 Rock Tina Fey (que pidió que esos capítulos se remuevan) es que, más allá de las buenas intenciones, el uso de las caricaturas sólo las perpetúa, y que no quiere que “un joven fanático de la comedia” se encuentre esas imágenes grotescas al descubrir su serie.
A pesar de ser la voluntad de la creadora, no es una solución que parezca satisfacer a nadie, ni siquiera a la más progresista prensa norteamericana que considera que “desaparecer” esos episodios es simplemente proteger al producto y al legado de sus autores en vez de enfrentar, explicar y hacer un mea culpa por esas malas decisiones. Este excelente editorial de Caroline Framke en Variety lo llama “poner una curita sobre la Historia.”
Quizás la mejor alternativa esté en el camino que está tomando Lionsgate con Mad Men. El estudio tomó la decisión de mantener en su estado original un episodio de la serie (ambientada en los ‘60) en el que el personaje de Roger Sterling (John Slattery) se caracteriza de afroamericano, demostrando en el proceso su propio privilegio y desconexión con los tiempos que corren.
Es una escena clave para el personaje, así que el estudio sumará una advertencia antes del episodio para explicar el razonamiento y dar la oportunidad de saltearlo al que no quiere ver estas imágenes, ni siquiera cuando hay una crítica implícita a su uso.
Parece una solución mucho más sensata que eliminar los errores como si nunca se hubiesen cometido.
Netflix sigue su tradición de terminar sus mejores series en un punto alto en vez de extender las temporadas hasta el infinito. La cuarta temporada de Ozark será la última, y el servicio la lanzará con una estructura similar a la de los finales de Breaking Bad, The Sopranos o Bojack Horseman.
El final de Ozark será una temporada XL de 14 episodios dividida en dos partes, a estrenar tentativamente en 2021 y 2022.
Fue otra semanita de movimientos agresivos en Netflix, que ya está lista para retomar la producción de varias de sus series más importantes como The Witcher y Sex Education en el Reino Unido. Además de la renovación de Ozark, volverá el éxito adolescente Yo Nunca (Never Have I Ever) con una segunda temporada de 10 capítulos, algo que parecía garantizado pero que con este servicio nunca se sabe.
La inversión más interesante de Netflix de la semana es la anticipada compra de los derechos internacionales de The Trial of The Chicago Seven (El Juicio de los Siete de Chicago), la película escrita y dirigida por Aaron Sorkin que recrea las manifestaciones de un grupo de revolucionarios durante la convención Demócrata de 1968, la violencia que estalló y el juicio posterior.
El elenco incluye a Eddie Redmayne, Joseph Gordon-Levitt y Michael Keaton, estrellas internacionales que quizás justifiquen los 56 millones de dólares que Netflix pagó por la película a la productora Cross Creek (Cisne Negro, Hasta el Último Hombre.)
El tráiler de la semana es Maldita (Cursed), la serie de aventura fantástica medieval de Netflix protagonizada por Katherine Langford. La protagonista de esta relectura de la leyenda del Rey Arturo es Nimue, la “Dama del Lago” que, cambiando los roles, será la portadora de Excalibur.
Y aunque parece una original propuesta feminista, el nombre de Frank Miller (Sin City, 300) como co creador debería reducir cualquier expectativa de una mirada de género. El tráiler, más Shannara que Game of Thrones, tampoco ayuda.