La nueva era de oro de las adaptaciones de videojuegos
The Witcher, Castlevania y The Last of Us son la punta de lanza del gaming. Además: La Bella y la Bestia, y otra cancelación de Netflix.
Hace 20 años que la industria del gaming nos recuerda que los videojuegos, desde God of War hasta Candy Crush, recaudan más dinero que el cine o la televisión. Y aunque esto es técnicamente verdad, el impacto cultural de estas historias y personajes se ha mantenido limitado al universo de los gamers.
Hasta ahora.
En el CortaCable de hoy hablo de la razón por la que el gaming logró por fin esa penetración cultural, trato de entender por qué Disney+ haría una serie de Gastón y LeFou, y lamento una nueva cancelación express de Netflix.
El gaming invade el streaming
La serie de The Witcher con Henry Cavill se estrenó en Netflix el 20 de diciembre pasado. Diez días después, justo antes de fin de año, el servicio publicó la lista de los 10 contenidos más vistos de 2019, en la que The Witcher estaba en segundo lugar. La primera, Stranger Things 3, se había estrenado casi seis meses antes.
Un mes después, Netflix tradujo este ranking a números: 76 millones de suscriptores al servicio habían visto al menos unos minutos de la primera temporada: el mejor estreno de la historia del servicio. Y aunque la serie está técnicamente basada en la serie de novelas del autor polaco Andrzej Sapkowski, la popularidad del personaje estalló en la última década gracias a una exitosa serie de videojuegos.
Y aunque puede parecer un caso aislado, todas las señales indican que la propiedad intelectual gamer está mucho mejor establecida en la cultura pop masiva que lo que su desempeño histórico podría indicar.
La película de Sonic (un personaje que hasta se considera pasado de moda dentro de los círculos gamer) lleva recaudados 140 millones de dólares. La serie de Castlevania recibió sus mejores críticas con la recién estrenada tercera temporada. En Apple TV+ el estudio de videojuegos Ubisoft coprodujo la serie Mythic Quest: Raven’s Banquet, que parodia el mundo del gaming con referencias constantes a su cultura y guiños a los fanáticos. Ya está renovada para una segunda temporada.
Por eso no es raro el anuncio de que HBO, un canal que construyó su marca alrededor de la idea de la “televisión prestigiosa”, haya decidido asociarse con Sony y el creador de Chernobyl Craig Mazin para adaptar el premiado videojuego The Last of Us. Es una forma de admitir el final del gran debate que se da en el ambiente del gaming desde su creación: los videojuegos no sólo son cultura pop, también pueden ser arte.
Parte de esta bienvenida de la cultura masiva a los personajes y los tropos del gaming tiene que ver, por supuesto, con un cambio generacional. Por un lado, es casi imposible que un adolescente moderno haya crecido sin videojuegos, y a la vez los adultos de entre 30 y 40 años nunca dejaron de jugar. Una PlayStation en el living de un padre de familia (con el último FIFA casi fusionado al lector de discos) ya no es una gaffé social.
El gran problema de las adaptaciones de años anteriores era la desconexión temática y estética entre los dos contenidos, un bache tan grande que los mismos gamers se negaban a “evangelizar” sobre estas adaptaciones. Y en la cultura pop moderna el boca en boca empieza meses, años antes del estreno y es tan importante como cualquier campaña de marketing.
Por eso el primer paso fue el respeto. Warcraft o Tomb Raider no fueron grandes películas ni éxitos de taquilla, pero por primera vez este público sintió que el cine respetaba a los personajes con los que crecieron. La recepción a la adaptación de The Witcher era positiva (con reservas) aún antes de su estreno, y lo mismo pasó con la película de Sonic… al menos después de que fuera retrasada por varios meses para rediseñar el personaje y hacerlo fiel a los videojuegos.
Las adaptaciones de videojuegos se tratan con el mismo respeto que las de cómics o novelas, pero el próximo paso podría ser el más interesante: los mismos estudios de videojuegos se están animando a coproducir cine y series.
Hasta hace pocos años, los creadores de los juegos no tenían ningún tipo de participación en el proceso creativo detrás de las películas, sean bodrios inmirables como Super Mario Bros o productos más o menos populares como la interminable serie Resident Evil. El producto final, bueno o malo, es irreconocible para los fanáticos, y por lo tanto siempre se perdió ese cruce de público entre un medio y el otro.
Quizás el producto más interesante para analizar sea otro fracaso: la adaptación de Assassin’s Creed con Michael Fassbender, estrenada en 2016 como la primera coproducción del flamante estudio Ubisoft Motion Pictures, parte del gigantesco conglomerado francés que produce los juegos originales.
Assassin’s Creed se comercializó desde el primer día como una parte integral y canónica del universo de los juegos, que se tomaba su mitología con una seriedad casi religiosa. Esta solemnidad la hizo un fracaso con el público masivo, mientras que los gamers la dejaron pasar por un error de cálculo de la empresa, que seguramente no se vuelva a repetir.
El atractivo real de un videojuego no es su mundo ni su mitología, sino el mismo que cualquier otro producto audiovisual exitoso: los personajes. Por eso Detective Pikachu, Sonic, y The Witcher son éxitos aunque se alejen por completo de las historias y hasta de los mundos originales. El universo queda en el fondo, y los personajes tienen las cualidades que los hicieron estrellas.
Por eso es que cuando el recién fundado estudio PlayStation Productions anuncia la adaptación de The Last of Us, no habla de los zombis o del futuro, sino de sus amados protagonistas Joel y Ellie. Por eso es que Microsoft insiste en que la serie de Halo que prepara junto a Steven Spielberg tenga como protagonista a Master Chief (que será interpretado por Pablo Schreiber de American Gods) y no a un soldado cualquiera. Por eso es que la serie que prepara Amazon basada en Final Fantasy XIV es una coproducción entre Sony Pictures, Hivemind (el equipo de The Witcher) y los creadores del juego original Square Enix.
Frente a productos como estos, algunos de los que están en desarrollo se sienten… antiguos. La serie de Resident Evil de Netflix, por ejemplo, no tiene participación de los creativos originales y al parecer será una historia paralela ambientada en un hospital psiquiátrico abandonado, mientras que la adaptación de The Division que el mismo servicio prepara adapta un juego sin protagonistas relevantes ni una historia original. Quizás funcionen, quizás pasen al olvido como Doom o Hitman: Agente 47.
Pase lo que pase, las cosas no van a volver a ser como antes. Los beneficios para las dos partes son altísimos (la adaptación de The Witcher multiplicó las ventas del último juego de la serie, que había salido cinco años antes) y esperemos que este amable reset de la relación entre el gaming y la industria audiovisual dure un buen tiempo.
La precuela de La Bella y la Bestia
Las franquicias de Disney están cobrando nueva vida en su recién lanzado servicio Disney+. The Mandalorian fue un suceso que opacó hasta el estreno de la última Star Wars “oficial”, y las series de Marvel, centradas alrededor de personajes secundarios amados por el público, están amenazando con hacer algo parecido. Gran momento para sumar otro universo paralelo.
Te gusten o no, las adaptaciones con actores de clásicos animados son un gran negocio para Disney, y ninguna de estas películas fue más exitosa que la versión de Emma Watson de La Bella y la Bestia. Por eso es que el servicio acaba de anunciar una precuela, que no estará basada en Bella o Bestia, sino en su antagonista Gastón (Luke Evans) y su mejor amigo LeFou (Josh Gad). Sí, a mí también me parece un delirio.
La miniserie de seis capítulos también será un musical y sus guionistas serán Edward Kitsis y Adam Horowitz, cocreadores de Once Upon a Time, también producida por Disney. El compositor de las canciones será el mismísimo Alan Menken, autor de la música original de la película animada y la nueva versión.
El proyecto recién empieza su desarrollo, pero Disney siempre piensa en un cronograma completo. Seguramente no sea la última precuela o secuela de una adaptación animada… ¿quizás la película del Príncipe Anders (Billy Magnussen) de Aladdin se convierta en una miniserie?
Cortitas: AJ and the Queen, más acción en Netflix, The Third Day
Poco más de un mes después de su estreno, Netflix confirmó que AJ and the Queen no tendrá una segunda temporada. La serie familiar creada y protagonizada por RuPaul y el adorable pequeñín Izzy G no enganchó con el público, a pesar de la constante promoción que le diera el servicio y la popularidad del reality conducido por la reina del drag.
AJ and the Queen Se suma a la pila de cancelaciones de Netflix en 2020, que incluyen estrenos tan recientes como el drama de patinadoras Spinning Out, el musical Soundtrack, y tres series francesas: Mortel, Osmosis y Marianne.
A pesar de que siguen gastando millones en buscar un Oscar, la realidad es que a Netflix le va muy bien con cierto cine de acción muy noventero. Spenser: Confidencial es en este momento el contenido más visto del servicio en todo el mundo, como lo fue Escuadrón 6 de Michael Bay en su momento. El tanque del servicio para 2021 es Red Notice, de Rawson Marshall Thurber (Rascacielos) con el taquillerísimo elenco de Dwayne Johnson, Ryan Reynolds y Gal Gadot, y el mismo director ya tiene proyecto para 2022. Su nombre será Kingdom Come y es un thriller de golpe criminal tipo La Gran Estafa. Y si está Thurber, sin duda será otro tanque de The Rock.
Entre el Lunes Negro de los mercados y las cancelaciones de eventos y festivales por la expansión del coronavirus, tuvimos un fin de semana bastante escaso en términos de noticias. Pero al menos HBO estrenó el tráiler de The Third Day, la nueva miniserie de Dennis Kelly, creador de la joya de culto Utopia. Naomie Harris, Jude Law, y Emily Watson en OTRA candidata del canal a pelear el Emmy a miniserie. Se estrena el 11 de mayo.