Las remakes no van a salvar a los servicios de streaming más débiles
Amazon, Apple TV+, HBO Max y Peacock apuestan por la nostalgia. Además, HBO Max, encuestas dolorosas, y Quibi not dead.
Hoy, con el lanzamiento de HBO Max, empiezan oficialmente las guerras del streaming.
Si la industria fuera un videojuego, este sería el final de los niveles de tutorial y el principio de la misión real: bajar a Netflix (o al menos hacerla sufrir un poco.)
La pregunta es “¿cómo?”, y la respuesta parece ser: “con refritos de las viejas franquicias que nos vienen dando de comer hace décadas.” Una estrategia que funcionó muy bien pero que ya está desgastada luego de años de castigo.
Hoy reviso un par de adaptaciones recién confirmadas, las que se vienen, y las señales de que el mercado de la nostalgia puede ser un muy mal camino para el streaming.
ADEMÁS: un tráiler “explicativo” de HBO Max, un estreno interesante en Quibi, y una serie de encuestas que explican lo complicada que está la situación de las salas de cine.

Lisbeth Salander, Fraggle Rock, Snowpiercer, y un catálogo de malas decisiones
¿Cuál es la lógica detrás de resucitar una franquicia que viene fracasando hace una década?
Amazon Prime Video anunció ayer que resucita la serie Millenium, o mejor dicho a su protagonista, la hacker goth Lisbeth Salander.
Las novelas de Stieg Larsson fueron un fenómeno literario hace quince años. Las películas originales suecas fueron un éxito moderado en Europa. La Chica del Dragón Tatuado, la adaptación de David Fincher con Rooney Mara (2011) fue un carísimo fracaso, y La Chica en la Telaraña, el intento de resucitar al personaje en 2018 (con Claire Foy) pasó sin pena ni gloria.
Esta nueva adaptación ni siquiera adaptará las novelas. Tendrá una nueva historia, nueva ambientación y nuevos personajes que rodean a Lisbeth. Todavía no tienen guionistas ni directores y están buscando a la actriz, así que al menos Emma Mackey tendrá trabajo para cuando termine Sex education.
Sin embargo, la estrategia de tomar una franquicia conocida, destilar la esencia y contar historias originales parece ser el modus operandi de Amazon.
Su serie más exitosa, The Man in the High Castle, se aparta de la novela original de Philip K. Dick casi de inmediato, y algo parecido pasa con el Jack Ryan de John Krasinski y la remake de la película Hanna, que tienen poco que ver con sus inspiraciones. Crucialmente, es la (arriesgada) estrategia detrás de la millonaria apuesta para 2021 de contar una serie del Señor de los Anillos sin Gandalf, Aragorn y Frodo.
Es difícil saber cuán bien está funcionando esta fórmula, ya que Prime Video no comparte la cantidad de espectadores de sus series. El número de suscriptores al servicio (unos 30 millones en Estados Unidos) está sesgado por la inclusión dentro de la membresía Prime, una especie de todo-en-uno de Amazon que ofrece entrega en 24 horas y otros beneficios.
La consultora Nielsen, inventora de las mediciones de ratings, anunció a fines de 2019 una técnica para medir la cantidad de espectadores de Prime Video, y aunque los números son importantes, son mucho más bajos que los de los éxitos de Netflix o los de series como The Mandalorian, aún en relación a la cantidad de suscriptores.
The Boys, por ejemplo, destacada por Amazon como uno de sus grandes éxitos, tuvo una audiencia de 4,1 millones de espectadores en sus primeros 10 días, un promedio similar al de un buen estreno de HBO. Hunters, el estreno más importante de 2020 del servicio, acumuló solamente 1,2 millones en un lapso similar.

En comparación, un estreno modesto de Netflix como Justicia Para el Pequeño Gabriel sumó cuatro millones en sus primeros 10 días, un número que palidece contra los 34 millones que (una vez más, según Nielsen) Rey Tigre acumuló en la misma cantidad de días.
Es difícil saber si los números son un reflejo de una estrategia que todavía no le da pelea a Netflix o una limitación de la llegada de la marca Amazon. Quizás la falta de originales de impacto que el público relacione directamente con el servicio sea un problema para la fidelización, como demuestra la baja repercusión que sus estrenos tienen en redes sociales fuera de los mercados en los que funciona la tienda virtual.

Un problema similar de identidad se puede ver en Apple TV+, una marca relacionada con tecnología que todavía no puede definir un estilo consistente para su producción televisiva. Ayer el servicio anunció su propia remake: Fraggle Rock, la serie de culto de Jim Henson de 1983 sobre una sociedad de simpáticas criaturas que viven bajo tierra.
La serie original, a pesar de la enorme calidad de sus títeres, nunca tuvo un impacto que justifique su presupuesto. Pero en estos días volvieron en forma de cortos (Fraggle Rock: Rock on!) en el servicio de streaming y los resultados han sido relativamente buenos. Un poco lo que pasó con aquel video de Rapsodia Bohemia de los Muppets en YouTube que desembocó en una exitosa película, pero con muchos menos millones de visualizaciones.
La Jim Henson Company, que hace unas tres décadas funciona como una maquinaria de reciclar nostalgia, está inusualmente activa. El títere Elmo tiene un late night recién estrenado en HBO Max, los Muppets preparan una nueva serie para Disney+, y el director Scott Derrickson (Doctor Strange) anunció una secuela de la clásica Laberinto (1986) que fue (¡sorpresa!) otro carísimo fracaso en el momento de su estreno. Se nota que no aprendieron con la nula recepción a la (excelente) miniserie del Cristal Encantado de Netflix.
La fórmula de resucitar una vieja franquicia ha funcionado alguna que otra vez (Transformers, Twin Peaks, One Day at a Time) pero huele a desesperación esto de adaptar originales creados por visionarios y convertirlos en pizza.
Y no hay mejor ejemplo de esta extraña tendencia que la recién estrenada Snowpiercer.

La película original es un éxito de culto del reciente ganador del Oscar Bong Joon-ho (Parasite), que no movió mucho público en los cines (con la excepción de Corea del Sur) y fue acumulando nueva audiencia gracias a su paso por servicios de streaming.
La serie, en cambio, convierte la delirante fantasía de Bong en una serie policial ultra tradicional, visualmente poco imaginativa, y de un presupuesto inusualmente alto para el género. Las críticas fueron frías, y las comparaciones con la película no ayudaron a este proyecto que tuvo muchos problemas para estrenarse, incluyendo un cambio de canal, y la furiosa renuncia de su creador por “diferencias creativas.”
En Estados Unidos se estrenó en TNT y los ratings del primer capítulo fueron sólidos (aunque no excelentes). En nuestra región (donde se puede ver por Netflix) la superan en el ranking la serie mexicana juvenil Ctrl-Z, la segunda semana de White Lines, y los capítulos recién agregados de The Walking Dead. Una repercusión que no se condice con la alta inversión en publicidad.
Cada servicio de streaming intenta sus propias variantes del marketing de la nostalgia. HBO Max planeaba lanzar con una reunión de Friends, y su campaña de lanzamiento está casi por completo centrada en la relación emocional que el público pueda tener con su catálogo, que va de Casablanca hasta South Park. Sus originales, en cambio, están desconectados de sus franquicias más populares. Una decisión que podría costarle a futuro.
Uno de los streamers más pequeños demuestra que la reimaginación es parte del proceso. CBS All Access no tiene un catálogo tan atractivo como el de HBO Max pero sí el acceso a universos de amplio reconocimiento. Sus adaptaciones de Star Trek (Discovery, Picard, Lower Decks) y La Dimensión Desconocida (de Jordan Peele) muestran un debate entre el tradicionalismo y la innovación que resulta en productos más interesantes que una simple remake o un reboot.
Peacock, en cambio, apunta descaradamente al corazoncito de la Generación X, lanzando su servicio con continuaciones de Punky Brewster y Salvados por la Campana que mantienen el estilo familiar de las originales. Una estrategia que recuerda al Netflix de hace unos años y sus nuevas temporadas (de distintos niveles de calidad) de Arrested Development, Gilmore Girls y Full House.

Pero por algo Netflix cambió su estrategia. En los últimos tiempos dejó de “resucitar” series y empezó a reimaginarlas, como hizo con la inocente brujita Sabrina que se convirtió en la más audaz serie adolescente. En vez de adaptar marcas demasiado reconocidas, apostó por franquicias que alcanzaron éxito en otros medios. La fórmula que hizo sucesos de The Witcher o Locke & Key.
Es una estrategia parecida a la de esta nueva fase de HBO, que trata de mezclar la rabiosa originalidad de los años de oro del canal con un ojo a un público más amplio y variado. Desde esa perspectiva tienen sentido las inminentes adaptaciones de Perry Mason (una reimaginación que va en contra del tradicionalismo de la serie original), Hellraiser (la resurrección de una saga muerta hace décadas), y el videojuego The Last of Us (como The Witcher, una marca de amplio reconocimiento en otro medio.)
Si de aprovechar franquicias se trata, Disney+ es el ejemplo más arriesgado y (no por casualidad) el más exitoso. The Mandalorian y las esperadas series de Marvel no son remakes, reboots, ni historias paralelas, sino partes inseparables de estos universos, y eventos de tanta relevancia como cualquiera de las películas.
La fórmula de Disney es la más difícil de imitar. The Mandalorian demuestra que no sólo hay que aprovechar las marcas más fuertes del catálogo (las que aún tengan una base de fanáticos), sino darles una mirada completamente distinta, que haga sentir al fanático que sería un crimen dejar pasar el estreno.
No se me ocurre qué público puede entusiasmarse por la resurrección de otra franquicia de títeres medio muerta de los ‘80 o la enésima versión de una Lisbeth Salander que ya parece una reliquia de otro tiempo.
Netflix pudo tomarse su tiempo para definir su identidad a base de resurrecciones y remakes, pero Amazon, HBO Max, Apple TV+ y Peacock ya no se pueden dar ese lujo.
Si hay una lección para aprender de Disney+ es esta: la única forma de captar nuevo público es que tenga la necesidad, no el deseo, de ver tu contenido. En las guerras del streaming ya no hay lugar para medias tintas.
La novela de las salas de cine continúa. La semana pasada hablé de una encuesta que aseguraba que el 75% del público volvería a las salas cuando se estrenen tanques como Mulan y Tenet, siempre y cuando se implementen las medidas de seguridad apropiadas.
Pero esa encuesta, realizada por la consultora EDO, puede haber sido demasiado optimista. La empresa financiada por el actor Edward Norton, aclaraba en la letra chica haber hablado con espectadores semi regulares de cine, que en los últimos seis meses habían ido al menos dos veces a las salas.
Por eso quizás no sorprenda la encuesta que publicó Variety la semana pasada y dice… básicamente lo contrario. La firma Performance Research (dedicada a eventos y deportes) entrevistó a unos mil norteamericanos sobre sus planes de ir al cine en el futuro cercano, y los resultados no son alentadores.
El 70% de la gente dijo que si tenía que elegir entre ver un estreno en la casa o en las salas, se iba a quedar sentadita en el sillón. El 17% dijo no estar seguro, mientras que sólo el 13% está listo para volver a los cines.

¿Y en el futuro? Aún cuando el Centro de Control de Enfermedades (CDC) diga que es seguro volver a reunirse, el 52% planea reducir su asistencia a eventos masivos. Cine, parques de diversiones, y conciertos caen en la misma volteada, pero la más afectada será Broadway: el 51% dijo que se tomará meses en volver al teatro, y el 16% considera que nunca lo volverá a hacer. La mezcla de riesgo y precio es letal.
Una segunda encuesta, limitada a miembros de la industria, suena todavía más preocupante para las salas.
Según el analista Stephen Follows, que entrevistó a más de 300 trabajadores del cine, los profesionales están listos para ver ventanas más cortas entre un estreno cinematográfico y su lanzamiento en video a la carta, Blu-ray o servicios de streaming.
La mayoría de los encuestados coincide en que no se debería volver a los 90 días de ventana, y aunque el lapso de 60-90 días tuvo sus entusiastas, los directores de cine que Follows entrevistó parecen más interesados en un lapso más corto de 30-60 días. Casi el 30% de esos directores consideró que el estreno en cines y formatos hogareños debería ser simultáneo.

Entre los otros datos que Follows recabó, sorprende la reacción de la industria al estreno en video a la carta de Trolls 2. Aunque las empresas exhibidoras pintaron esta decisión de Universal como una afrenta al arte cinematográfico, los encuestados parecen estar de acuerdo en que no fue para tanto.
Solo 40% de los entrevistados que trabajan en el área de exhibición consideran que Universal se extralimitó y entre los directores un bajísimo 14% está en contra de la decisión.
HBO Max ya está disponible en Estados Unidos, y los primeros comentarios son bastante positivos. Funciona, y tiene lo que hay que tener. Seguramente mañana publique una recopilación de primeras impresiones.
La gran sorpresa es que Warner logró arreglar los contratos y el servicio tiene un anzuelo verdaderamente jugoso: las ocho películas de la serie Harry Potter. Una excelente razón para suscribirse, como bien sabe el sufrido CM de Netflix que tiene que explicar todos los días a 25 personas por qué esas pelis no están en su servicio.
Mientras tanto, veamos el video más reciente de su canal de YouTube, en el que el propio departamento de marketing se hace un matete para explicarte cuál es la diferencia entre HBO Go, Now, y Max, y si todos estos son HBO o qué es lo que son. Quizás si no se fuera por la tangente para venderte el servicio en la mitad del video sería más claro saber si querés o no el servicio.
El tráiler de hoy es de un viejo amigo de la casa que no vemos hace rato: Quibi, que decidió espaciar sus estrenos para no quedarse sin contenido en plena pandemia. Royalties es una comedia sobre compositores con Darren Criss (Glee) que también creó la serie, Kether Donohue (la maravillosa Lindsay de You’re the Worst) y gran elenco (¡Rufus Wainwright! ¡Mark Hamill como cantante de música country!)
No es una historia de amor al estilo del texto sagrado de Grant y Barrymore Music & Lyrics, pero parece tener la mezcla de emoción y cinismo que funciona en la comedia moderna.
Aunque un momento en particular se sintió como uñas en un pizarrón. Una vieja estrella pop habla de triunfar en MTV, y la hija, irritada le dice “no mamá… ahora es Spotify” (???). Es un chiste que quizás originalmente terminaba con “ahora es TikTok”, pero difícil que Jeffrey Katzenberg le quiera dar pantalla a su archienemigo.
Royalties se estrena el 1 de junio, y como todas las “películas en capítulos” de Quibi termina unos días después, el 10 del mismo mes. Ah, y Quibi aprovechó el estreno del tráiler para anunciar que ya se puede ver a través de Airplay en dispositivos de Apple. Sobre Chromecast, todavía no hay noticias.